martes, 20 de febrero de 2024

La máquina que predijo el futuro

A fines de la década del setenta, el Profesor Hilario Campos creó una máquina capaz de predecir el futuro. Pero luego de su trágico final, todo el proyecto fue destruido por un incendio. Lo único que quedó es la teoría que sustentaba el funcionamiento de su máquina: si todo se conoce, todo se puede predecir. Nada es azar.

Hilario era miembro de una familia acaudalada y por ello pudo dedicarse a trabajar en su máquina durante más de veinte años sin interrupciones. Lo hizo en un laboratorio que instaló en el garaje de su casa con una computadora enorme que ocupaba toda una pared. Hilario se la pasaba ingresando datos de amigos y familiares y de todo lo que a ellos los rodeaba. Su mujer, Susana, de vez en cuando se acercaba a cebarle unos mates y tratar de darle charla, pero él apenas si largaba algunos monosílabos. Dormía y vivía en el laboratorio. 

En sus inicios la máquina pudo predecir con exactitud algunos pocos hechos:

Juan Ortíz tendrá caries en una muela.

Amanda Suárez perderá su empleo por problemas con el juego.

Susana Martelli le pedirá el divorcio a Hilario Campos porque está enamorada de otro hombre.

Pasado ese tiempo de pruebas hogareñas y con la máquina terminada, Hilario decidió que había llegado el momento de poner a prueba su invento en algún lugar que le permitiera relevar la mayor cantidad de información en el menor tiempo posible. Consiguió un listado de las poblaciones más pequeñas y aisladas de la provincia y eligió Pozo Escondido, un pueblito perdido en el norte de Santa Fe de noventa habitantes, agricultores y ganaderos, que vivían de lo que ellos mismos producían.

Hilario viajó a Pozo Escondido, reunió a todos sus habitantes en el salón comunal y les contó del proyecto. Logró convencerlos ofreciéndoles a cambio de la colaboración un salario mensual. Hilario vendió la parte de la casa a su mujer, alquiló una casucha en la ciudad más cercana al pueblo, a unas dos horas en auto, instaló allí su laboratorio y empezó el trabajo. 

Viajó diariamente duramente varias semanas y relevó toda la información que necesitaba de cada persona: su pasado, su presente, su rutina, sus rasgos físicos y psicológicos, sus fortalezas, sus debilidades, sus deseos y ambiciones, su familia cercana y lejana, las enfermedades que había tenido, los lugares que había visitado, la música que escuchaba, los libros que había leído, el color que más le gustaba, sus comidas favoritas…, todo lo que pudiera obtener de cada uno. Al finalizar cada día ingresaba todos los datos en la máquina.

También registró la historia del lugar, los árboles genealógicos, el clima, la vegetación, la geografía, los animales desde los perros hasta las vacas, los árboles, las plantaciones, la distancia entre las casas, el tamaño de las casas, las habitaciones, los baños, los comedores, las sala de estar, los sillones, las mesas, las sillas, los platos, los cubiertos, los vasos, las joyas, las fotos familiares, los cuadros, las postales... Todo lo que podía catalogar y registrar.

Estuvo un año encomendado a esa tarea que a veces tuvo que repetir por nacimientos o muertes o por cosas nuevas que llegaban al pueblo. 

Luego empezó a registrar los hechos diarios:

Germán Wagner discutió con su mujer Beatriz Wagner porque lo vio mirando a Esther Effele.

Elisa Muller se engripó.

Los cerdos de Enrique Andrada destrozaron la huerta de tomates de Luisa Bahl.

Ramón Suárez llegó borracho a casa, se tropezó y rompió el jarrón con las cenizas de su suegra.

Jacinta Bressan cumplió cinco años y recibió una muñeca de regalo.

Walter Bressan le dijo a su esposa Miriam Bressan que él siempre había querido un hijo.

Pronto, se dio cuenta de que registrar los hechos diarios necesarios para hacer andar la máquina iba a ser una tarea imposible, por más que se ciñera a los más relevantes. Necesitaba contratar gente, pero no quería compartir con nadie la información sobre su proyecto.

Fue al único bar del pueblo, se sentó en la barra y encendió un cigarrillo. Mariana Schmidt, la esposa del dueño, Roberto Schmidt, le preguntó qué quería tomar. Le pidió un vaso de ginebra e hizo fondo blanco ni bien se lo sirvió.

— ¿Qué le pasa, Don Hilario? — dijo ella. Él la miró y se dio cuenta de que nunca la había mirado a los ojos a pesar de haber pasado dos horas haciéndole un cuestionario. 

— Nada. Es que esto no funciona. Mi empresa es muy ambiciosa y estoy cansado.

— ¿Y cuál sería esa empresa? ¿La máquina?

— Sí

— Pensé que ya estaba terminando, hace más de un año que anda por acá, ya casi es uno de nosotros.

— Sí, avance mucho, pero ahora necesito informarme de todo lo que pasa acá y realmente me cuesta demasiado.

Mariana frunció la boca y la torció hacía un costado, se apoyó sobre la barra y se inclinó hacia él.

— Creo que yo lo puedo ayudar con eso.

— ¿Cómo?

— ¡No ve dónde estamos, hombre! 

Hilario miró a ambos lados. Torció un poco la cabeza, frunció el ceño y sonrió

— En el único bar del pueblo — dijo.

— Exacto. Este es el confesionario del pueblo, paisanos que como usted se sientan a tomar y contarme sus problemas; o también el lugar donde muchos se juntan a acordar cosas o chusmear sobre los demás… Venga todos los días a eso de las seis de la tarde cuando casi no hay gente y le cuento todo lo que haya escuchado. Me lo voy a ir anotando en una libretita.

— ¿Cuánto quiere a cambio? 

— No quiero nada a cambio. Con charlar un rato con alguien que no sea de acá me alcanza y me sobra. 

Se dieron la mano, el Profesor pagó su trago y se fue con la cabeza en alto. Cuando llegó a la casa fue directo a la computadora. Además de ingresar todo lo que había relevado ese día, ingresó sus propios datos ya que “era uno más de ellos”. También ingresó su charla con Mariana.

Hilario siguió viajando todos los días, recolectaba información y a las seis en punto iba al bar a ver qué había juntado Mariana. Cuando terminaban se quedaba charlando un rato con ella. En una de esas charlas, cuando se entonaban con ginebra, ella le contó que quería irse del lugar, que sólo se quedaba por su esposo. Él le dijo que a veces sentía que había desperdiciado su vida y que quizás hacía todo esto sólo para demostrarle a su padre que no era un inútil que se dedicaba a quemar la fortuna familiar. Ella le dijo que su invento iba a revolucionar al mundo y que le encantaría estar a su lado cuando eso sucediera. 

Una noche, varios meses después, Hilario se sentó frente a la máquina, prendió un cigarrillo y tipeó los datos del día. La máquina hizo un sonido y mostró un aviso en pantalla: «El proceso de predicción está listo. ¿Desea comenzar?» . Hilario escribió que sí. El cabezal de la impresora de matriz de punto se empezó a mover de un lado al otro haciendo de manera frenética un ruido ensordecedor. Empezaron a salir hojas y hojas de papel continuo impresas de lado a lado sin parar. 

Luisa Bahl matará de un escopetazo a uno de los chanchos de Enrique Andrada.

Carlos Muller se quemará con una bolsa de agua caliente que reventará bajo sus frazadas.

Ana Schwab se resbalará en su granja de tomates.

Ramón Suárez se reirá viendo a Ana Schwab desparramada sobre los tomates.

Ana Schwab le dirá a Ramón Suárez que se busque un trabajo en lugar de estar todo el día borracho y molestando a los que trabajan.

Miriam Bressan quedará embarazada de un varón.

Y así miles de líneas más.

Hilario arrancó algunas hojas de la impresora, las metió en su maletín, dejó el cigarrillo a medio terminar sobre el escritorio, se subió al auto y arrancó.

La impresora siguió trabajando mientras el cigarrillo empezaba a quemar sus hojas.

Hilario Campos le llevará las predicciones de su máquina a Mariana Schmidt. 

Mariana Schimidt le dirá a Hilario Campos que está orgullosa de él.

Hilario Campos le dirá a Mariana Schmidt que tiene los ojos más bellos que hayan visto en su vida.

Hilario Campos y Mariana Schimidt se besarán.

Roberto Schmidt encontrará a su esposa Mariana Schmidt besándose con Hilario Campos.

Roberto Schmidt intentará matar con un cuchillo a Mariana Schmidt.

Hilario Campos defenderá a Mariana Schmidt del ataque de su esposo Roberto Schmidt

Hilario Campos recibirá un corte mortal en cuello por parte de Roberto Schmidt.

Roberto Schmidt se dará a la fuga.

Hilario Campos morirá desangrado en los brazos de Mariana Schmidt.


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